Un artículo publicado en la revista The Lancet (22.05.2020) que daba cuenta de un aumento de la mortalidad por cloroquina o hidroxicloroquina en pacientes con COVID-19 hizo a la OMS suspender los estudios clínicos en curso en muchas partes del mundo que tratan de definir la utilidad de dichos medicamentos en la actual pandemia. Gobiernos como el de Francia siguieron la recomendación de la OMS.
Prontamente, más de 100 científicos cuestionaron la publicación que se basaba en más de 90 mil pacientes hospitalizados, pues presentaba problemas metodológicos. Los científicos solicitaron una revisión independiente convocada por la OMS u otra institución respetable. Hoy, el Director General de la OMS comunicó a través del tweeter que “el Comité de Seguridad y Monitoreo de la Prueba Solidaridad, basado en datos disponibles, recomendó que no hay razón para modificar el protocolo. El Grupo Ejecutivo respaldó la continuación de todas las ramas de la Prueba Solidaridad, incluyendo el uso de la hidroxicloroquina”.
Al principio se habían detectado incongruencias entre datos de algunos hospitales y los del estudio, a lo que se ha agregado otros cuestionamientos que hacen dudar de la calidad del estudio: los datos sobre los que se basó el análisis publicado en The Lancet son dudosos y tienen origen en una compañía apenas conocida – Surgisphere – con una supuesta capacidad de manejar datos de 1200 hospitales alrededor del mundo; el editor científico de la empresa es un autor de ciencia ficción; el director ejecutivo, coautor del estudio, tiene tres demandas por mala praxis. El estudio está en los reflectores, y los autores tendrán que responder al escrutinio de grupos de científicos independientes.
Otro asunto de importancia que revela este caso es la confiabilidad que se otorga a revistas científicas como The Lancet con lo que aludimos a sus mecanismos de revisión y filtros que debe tener para los trabajos que podrían ser publicados. Muchas preguntas tienen que ser absueltas por la revista.